Adiós, hipster! Hola, normcore.
Descanse en paz el hipsterismo. Los pocos que NO habíais advertido que ser moderno-bohemio-barbudo era tendencia desde hace un tiempo, abandonad ya ese reto de asimilación. Es tarde. Porque una nueva moda llega aplastando gafas de pasta y camisas hawaianas. Las pisotea sin piedad para reivindicar el chándal y cierto desaliño. Las predicciones (y unos señores de Nueva York) dicen que triunfará la estética normcore.
El nombre lo han inventado especialistas en olfatear estilos que pertenecen al grupo K-Hole. Exponen el concepto en un documento de 40 páginas que podéis consultar aquí. Lo esencial del jovenzuelo normcore es la aparente falta de ganas para vestirse. La despreocupación. No se afanan por conseguir una combinación equilibrada y trendy.
Se enfundan con cierta dejadez en prendas básicas, rescatan lo más casual ( lo sport, diría mi madre) de otras temporadas, la ropa de siempre que es muy cómoda. Así, sin pensar mucho y mezclando todo. Hoy toca el jersey más ancho del armario, que es casi un vestido. Y una camiseta del Primark. O aquella casi histórica de Fruit of the Loom. Y los primeros vaqueros que pille. De guinda, la vieja gorra Nike.
Exportan una imagen informal y algo descuidada, un look de normalidad, como de andar por casa. Eso es lo que parece. Pero la imperfección está bastante estudiada.
Los coolhunter de K-Hole asocian al normcore un sentimiento anti tendencia, de pararse a pensar frente a la dictadura consumista. De alguna manera, su estilo comunica que no se realiza a sí mismo a través de las compras. Va de monótono y simplista a propósito porque está convencido de que no fortalece su personalidad poniéndose un polo vintage o los pantalonesboyfriend de las revistas y escaparates. Transmite que no se siente especial al usar una u otra prenda de moda.
Hay parte de protesta en esta preferencia por una imagen distraida y rutinaria. Vale. Pero hay más de esto otro: la admiración por lo auténtico que se desprende de ese vestir corriente. Ahí tenemos a Mark Zuckerberg en sudadera hablándole a los inversores trajeados y de bolsillos abultados. Sudadera CON capucha. Y la cosa no rechina. No es cuestión de pasta, es que es él mismo. Con su indumentaria común. Funciona y encaja del mismo modo que la chaqueta de pana en un escritor maldito y la bata de guata en la portera. Son de verdad.
El normcore busca esa autenticidad. La de la normalidad. Hoy, intentar ser un ciudadano cualquiera, un poco anodino y ajeno a las tendencias, puede ser de lo más exclusivo.
@VarelaJulia
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